A lo largo de la vida he ido aprendiendo más y más acerca de la responsabilidad, y me he dado cuenta de que todo lo que hago afecta a la gente que me rodea. Así que quiero tomar este tiempo para pedir perdón por cosas que he hecho, cosas que todavía no han ocurrido y cosas por las que la gente no desea tomar responsabilidad.
domingo, 12 de diciembre de 2010
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Ya no está aquí, eso lo tengo claro, pero que difícil se me hace. Antes era costumbre verle todos los domingos. Los tíos, papá, mamá, María, abu, él y yo, siempre los mismos, cumplíamos con nuestra costumbre de ir a comer a cualquier restaurante.
Ahora, no recuerdo la última vez que le vi, ni que vi su sonrisa o su pelo engominado, que escuché su voz, que le oí reír. Ni siquiera recuerdo con claridad esas cicatrices en la cara que tanto le caracterizaban a él.
Najib está en Marruecos, ahora trabaja allí, no sé a que se dedica, pero tampoco me he preocupado en preguntarlo. Sé que de alguna manera es feliz, en Marruecos tiene a su familia biológica, su verdadera casa, la tierra que le vio crecer los primeros catorce años de su vida. Pero… ¿y qué es de nosotros?, también formamos parte de su familia, y a veces da la sensación de que ni se acuerde de mí, dudo que recuerde que existo más de una vez al mes. Sinceramente, yo tampoco pienso muy a menudo en él. De vez en cuando, me fijo en ese peluche, escondido por la estantería, que me trajo de uno de sus viajes a Marruecos, que antes a penas duraban una semana y que ahora parecía que se había convertido en la decisión definitiva de su vida, y me paro a pensar qué estará haciendo, dónde se encontrará, con quién estará, pero no hay nadie que me responda.
Ya prácticamente ni me acuerdo de él, ha pasado mucho tiempo desde que se fue, es como un ser inexistente. Nunca le he tenido demasiado en cuenta la verdad. No es de esos primos con los que puedo contar que he pasado momentos inolvidables, no es el típico primo al que quiero muchísimo o le tengo bastante aprecio, ni mucho menos. Creo que por nuestra parte nunca ha recibido el trato y el cariño que se merecía y a lo mejor por esto ha acabo así, y no quiero decir que haya acabado mal, realmente no sé ni como ha acabado, desconozco el motivo por el cual ha vuelto a Marruecos, pero no me huele nada bien.
Hoy es miércoles 22 de mayo, estoy estudiando el maldito álgebra. Hace un momento ha sonado el telefonillo y mamá ha pulsado el botón para que las puertas de abajo se abran. No tengo ni la menor idea de quien viene a visitarnos, pero tampoco me interesa demasiado, nunca me suelen importar este tipo de visitas, más que nada porque no es precisamente a mí a la que vienen a ver, y menos ahora aún me interesan ahora, que estoy bastante concentrada en las matemáticas.
A la vez que suena el sonido irritante de la puerta de casa al abrirse, no puedo creer lo que oigo. Es la voz de Najib. Inmediatamente las letras y los números desaparecen de mi cabeza, ahora son ellos los que me dan igual. No sé porqué, quizá sea de la emoción, pero siento caer una diminuta lágrima sobre la piel lisa de mi mejilla. Tengo unas ganas tremendas de bajar las escaleras, pero como no, primero visito el cuarto de baño para retocar mi pelo y perfumarme, es costumbre cuando viene alguien a casa, y esta no va a ser una excepción.
Ahí está, esa sonrisa de oreja a oreja. Me da dos besos, los echaba de menos. Recuerdo la primera vez que le vi, yo debía tener unos seis años y él era el primo nuevo, el nuevo miembro de la familia. Se acercó a mi hermana y a mí, no nos dijo nada, no hablaba español, pero nos dio cuatro besos; uno en la frente, dos en las mejillas y otro, sino recuerdo mal, en la barbilla, la verdad, ¿cómo voy a recordarlo mal?, es algo que creo que jamás se me olvidará. Aunque no lo manifiesto, realmente me siento feliz y a gusto, me encanta la sensación de saber que al girar la cabeza, él va a estar ahí, sentado a mi lado, en el salón de mi casa. Es impresionante, creo que Najib es una de las personas más risueñas que conozco, dudo que deje de sonreír en algún momento. Es una cualidad que me encanta de él.
Su monótona risa, la cual recordaba a la perfección, penetra por mis oídos y sé que es real, no es el sonido de un recuerdo. Odio el momento en el que se despide, odio todas las despedidas. Pero es bueno saber que luego podrás saborear el recuerdo de las palabras que han salido de su boca, como el típico “que mayor y guapa estás”. Al cabo de un rato me paro a pensar cuando le volveré a ver, pero es una pregunta abstracta y desaparece enseguida de mi mente.
Por fin es viernes, viernes 15 de junio, llega el fin de semana, y no solo eso, sino que también termina la conocida semana de exámenes finales y comienza el verano, comienzan mis tres esperados meses de verano y como no, para entrar con buen pie a este periodo en el que básicamente tus preocupaciones más importantes son si estás más morenita que la vecina de enfrente, que si necesitas adelgazar un par de kilos y calculas cuantos días vas a poder apalancarte en la playa para tostarte y luego estar al límite de ver como tu piel se cae a cachitos de tu cuerpo, etc. Decidí irme de compras con dos amigas. Todo era perfecto, además tenía la satisfacción de saber que los últimos exámenes me habían salido genial.
Pasé una de esas noches con conversaciones interminables, una cámara de fotos, armarios llenos de comida, películas, palomitas y demás en casa de mi mejor amiga. Viendo como había sido mi “primera tarde de vacaciones”, todas las flechas apuntaban a que este verano iba a ser un gran verano, al menos el principio, pues la semana siguiente estaba llena de fiestas y por supuesto no nos las pensábamos perder. Todas mis ideas cambiaron tan sólo 24 horas después.
Abrí los ojos, todo estaba oscuro y Sara se levantó a subir la persiana. Era una mañana soleada de sábado. Llegué a mi casa, me metí en la ducha y sentí las gotas de agua fría escurrir por mi espalda. Me vestí cómodamente y minutos después mi hermana pequeña me avisó para que bajara a comer.
Abu, mamá, papá y María me esperaban sentados en la mesa de la cocina, con el aperitivo preparado. Si esto hubiese sido hace un año, posiblemente también habrían estado los tíos y Najib, pero en ese momento ni me acordé de ellos, hacía tiempo que no les recordaba.
Papá se levantó, pensé que iba a por una cerveza, como de costumbre, pero no fue así. Dirigió sus pasos hacia el salón y al momento me llamó para que fuese, yo no tenía ni idea de lo que ocurría y tan solo unos segundos después sentí como si el mundo se me cayera encima. Quizá exagere un poco la situación, pero era la primera vez que me encontraba en esta circunstancia. “Los tíos llamaron ayer, el primo Najib ha muerto en un accidente de tráfico en Marruecos”. Eran las palabras que se repetían constantemente en mi mente. No supe como reaccionar, por un momento quise pensar que era una broma sin gracia, incluso solté una pequeña sonrisilla, no entiendo muy bien por qué, pero siempre me ocurre cuando mis padres dicen algo serio, lo odio.
Volví a la cocina, ya no tenía hambre, sinceramente no tenía ganas de nada. Decidí subir a mi habitación, supongo que mis padres se pensaron que me iba otra vez al ordenador, como de costumbre, pero no fue eso lo que hice. Nada más poner un pie en la escalera, dos lágrimas gigantes cayeron de mis ojos al suelo. Es algo que no he entendido nunca, el porqué no me gusta mostrarle mis sentimientos a la gente, siempre llorando a escondidas, supongo que será por vergüenza y no sé muy bien de que tipo.
Me desplomé en medio del pasillo, abrí el segundo cajón del mueble y comencé a mirar fotos y fotos. Fotos que no me habían llamado nunca la atención, pero que ahora resaltaban sobre cualquier otra. Sentí la necesidad de recordar con claridad cada uno de sus rasgos, de recordar la alegría que transmitía esa sonrisa que siempre, repito, siempre, llevaba pintada en la cara. Fue entonces ahí cuando me paré a pensar, cuando realmente me di cuenta de quien había sido mi primo para mí, que papel había ocupado en mi vida. En ese momento fue cuando de verdad sentí que le echaba en falta, había un pedacito de mí que ya no estaba, se había perdido y jamás lo iba a encontrar. Entonces me vino a la cabeza aquel dicho que menciona algo así como “nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”.
-hagas los que hagas te van a juzgar
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